Hoy, 22 de noviembre, es la fiesta de los músicos. ¿Nuestra santa patrona?: Santa Cecilia.
Es un día en el que nos encanta felicitarnos; nos sentimos especiales porque somos músicos. Raros, intelectuales, frikis, pretenciosos, interesantes, engreídos, graciosos, inteligentes, insoportables, monotemáticos, diferentes… en fin, músicos.
Y en el fondo, somos personas normales. Nuestro trabajo es la música (aunque no nos gusta llamarlo trabajo), pero cuando no trabajamos, hacemos lo que todos: compramos el pan, quedamos para ver el fútbol con los amigos, montamos en bicicleta, aprendemos idiomas, conducimos, nos ponemos vaqueros (¡no siempre vamos vestidos de negro!), reparamos el enchufe de casa, grabamos la serie de los jueves para poder verla en otro momento… Cosas normales para personas normales, ¿no?
¿Y entonces por qué la música está a veces tan lejos del pueblo? ¿Por qué son tan pocos los que pueden decir que han estado en un concierto en el Auditorio Nacional o en la Casa de la Cultura del barrio? ¿Por qué esa distancia?
Evidentemente es un asunto cultural que no ocurre en otros países de Europa y que nos llevará aún algún tiempo revertir, pero quizás esté también en los propios músicos… Es posible que nos hayamos instaurado en ese altar de complacencia, en el que todos somos divos y nos creemos que merecemos lo mejor en cualquier caso, por los muchos sacrifios que hemos hecho a lo largo de nuestra vida para llegar a donde hemos llegado… Y sin embargo, no eran sacrificios, era una pasión… ¿o no?
Por esta razón, me encanta cuando nosotros, los músicos, gente normal, nos mezclamos con los no músicos, también gente normal, y enseñamos lo que sabemos hacer, igual que el albañil nos hace una casa o el peluquero nos corta el pelo. Aquí abajo, en el suelo que todos pisamos, como buena gente normal.
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En fin… las cosas no son tan extremas como las he pintado, como es natural, pero es importante hacer autocrítica en el día de nuestra fiesta y mirar hacia dentro, porque tal vez no todo lo hagamos tan bien ni seamos tan maravillosos.
Como decía Antonio Zamorano, «no te guardes sólo para ti todo lo que aprendas, compártelo con todos y así creceremos juntos».
P.D. Hace ya algún tiempo comentamos en este blog un asunto similar, pero referente a la ópera. Una panda de locos se ponía a cantar arias de ópera en el mercado de Valencia y había gente que hasta se emocionaba. Y sin embargo, sólo un porcentaje muy bajo de la población española ha visto alguna vez una ópera. ¿Por qué?, como diría…