El momento de seguir.

Este blog lleva parado más tiempo del que debiera y, entre otras cosas, puede que sea porque hay un post que lleva empezado desde el 7 de agosto de 2011 y aún espera a ser terminado. Nada tiene que ver con Sol Menor, la escuela de música que está detrás de estos bemoles y sí con su directora que, antes, era alumna.
Supongo que es el momento de seguir, así que aquí dejo estas líneas, para que queden en el recuerdo.
 
7/8/11
 
Es difícil expresar con palabras los sentimientos que afloran ante la muerte de un ser querido.
Y difícil entender, además, por qué no se para el mundo un rato para poder asumir que a partir de ahora, todo será igual, pero distinto.
Difícil aceptar que se acabó el tiempo para decir, hacer o demostrar.
 
Esta noche me apetece recordar al Antonio Zamorano que yo conocí. Director del conservatorio «Arturo Soria», profesor de lenguaje musical y composición, y compositor (además de director de coro y orquesta, matemático y… otras cosas). No puedo hablar de lo buen hijo, padre o marido que fue, pues lo desconozco. Pero sí de la suerte que tuve de tenerlo como profesor.
Recuerdo que la primera vez que leí su nombre me cayó mal. Yo tenía 8 o 9 años y en los libros de solfeo que tenía aparecía su nombre al lado de otros tantos. En aquella época había un tal Iván Zamorano que vestía de blanco, que estaba muy de moda. A mi nunca me gustaron las modas y el blanco… tampoco. Así que ni me gustaba el uno, ni me caía bien el otro. Todo un argumento de peso.
Bastantes años después empecé a tocar en una orquesta de cuerda. Nada original, pues era la orquesta del conservatorio (Arturo Soria) y era de asistencia obligada, ya que era una asignatura más. Pero lo que años después se convertiría en un despiporre de asignatura, en aquel tiempo era algo que funcionaba y que nos llevó a dar varios conciertos y, entre ellos, uno en la iglesia de San Millán, en Segovia. Todo un logro para chavales de los cursos bajos de grado medio y para un conservatorio que empezaba a despegar. Y posiblemente un orgullo para su director, que nos acompañó en el autobús y que, francamente, yo no sabía quién era. Sólo recuerdo el «muy bien» sincero que se oyó en el hueco que se produce entre el último acorde de la pieza y el primer aplauso que rompe la magia del silencio. Ese era Zamorano. Ya no me caía tan mal.
Es posible que ese concierto fuera el germen de lo que vino a ser años más tarde la OSAS (Orquesta Sinfónica de Arturo Soria). Al ser Emilio Aragón el director de aquella orquesta, pocos sabrán que el que estaba detrás de todo el proyecto y que había movido los hilos fue una vez más el director de Arturo Soria. Y sí, es posible que fuera raro tener a un payaso como director (por favor, léase de forma cariñosa), pero fue una experiencia bonita, gratificante e irrepetible. Para mi, todo un orgullo.
Fue a raíz de estos años de convivencia en la orquesta cuando conocí mejor a Antonio y empecé a dar clases con él. Primero análisis y luego composición. Recuerdo su mirada por encima de las gafas y su sonrisa pícara cuando me corregía las ocho mil quintas y octavas que me salían por ejercicio. Recuerdo la primera canción compuesta por mi que le llevé (piano y voz). No la tiró a la basura porque debí darle pena. Recuerdo la cantidad de preludios de Debussy que orquestamos. Pero sobretodo recuerdo que me gustaba ir. Hubiera trabajado o no esa semana, no se me pasaba por la cabeza no ir.
Luego llegó el acceso a Atocha. Él siempre estuvo en la sombra ayudándome, a lo largo de cinco largos años. Es curiosa la mala reputación que tenía entre algunos profesores del Real Conservatorio… ¿Acaso tenían miedo de que volviera?
Me fui de ERASMUS a Salzburgo en el cuarto año y, cosas de la vida, lo que no había conseguido en tres años en Atocha lo conseguí en tres meses en el Mozarteum. Un concierto (Portrait Konzert) con obras mías tocadas por compañeros. Sin pegas. Con gusto. Y con programa. Por fin pude poner su nombre en mi biografía. Suena ridículo, pero para mi fue una satisfacción inmensa ver su nombre ahí. Y se lo envié por correo junto con la grabación del concierto.
Después llegó Sol Menor y me tuve que hacer mayor. Cuando nos veíamos insistía en que tenía que componer, pues dejar pasar demasiado tiempo sin hacerlo no era una buena idea. Qué razón tenía. Y qué bien me conocía.


(…)
 
Cuánto lo echo de menos. Pasan muchos profesores por nuestras vidas, pero son pocos los que nos marcan para siempre.
 
Gracias por todo, Zamo.
 
 
Releyendo, me doy cuenta de que no es cierto que esto no tenga nada que ver con Sol Menor. En realidad tiene mucho que ver. Porque sin él, ¿dónde estaría yo? Y, queridos alumnos de Lenguaje Musical: los dictados musicales que hacéis cada semana se los debéis a él. Gracias también por eso.
 
Y hasta siempre.
 
 
* Al haberme puesto de nuevo con este post, he entrado en la página del Conservatorio de Arturo Soria por pura nostalgia y me he encontrado con la notificación siguiente:
 
COMUNICADO
El Conservatorio Profesional de Música «Arturo Soria» organiza un funeral en memoria del anterior Director D. Antonio Zamorano Donoso, recientemente fallecido.
El Acto consistirá en una Misa funeral, con participación de una orquesta de profesores, que tendrá lugar el día 19 de noviembre, sábado, a las 12,00h. en la Iglesia de los PP. Carmelitas Descalzos, c/Arturo Soria, 271.

El Conservatorio agradece la presencia de cuantas personas desean unirse a nosotros.
 
Aunque sé que no era muy dado a las luces, me parece una iniciativa bonita. Intentaré estar ahí.
Qué casualidad…

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